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viernes, 17 de febrero de 2012

Las ciudades y el deseo (Despina)


Puedes llegar a puerto Corinto: en barco. Además, en bicicleta de la parte de Paso Caballos. La ciudad se presenta diferente al que viene de tierra y al que viene del mar. Al caballero inversionista le dicen que el puerto es el único en Centroamérica que posee las mejores condiciones naturales, y con acceso a todo el resto de ciudades, pero al bicicletero que desea permanecer en el puerto y trabajar no se le informa lo invisible que desde los aborígenes del cacique Agateyte hasta estos días, han vivido de la explotación marítima, lo que ha permitido un acelerado crecimiento poblacional.

El inversionista con ojos saltones y brillantes, con su boina, saco y pantalón negro con su corbata a rayas en rojo, azul y amarilla, su puro en la mano derecha y con sus anteojos Rayban en la cabeza maquina toda la ganancia que tendría en un país que fácilmente se persuade a sus habitantes con estrategias extranjeras.

Lo nublado siempre va para el indio que desde tiempos antaño ha tenido una vida asida a las riendas de la navegación y la extracción de las riquezas del mar. Cuando todos tienen el tiro al blanco en el caballero financiero, el desempleo azota al bicicletero hasta para sepultar a sus deudos.

Cada individuo percibe de diferentes maneras una ciudad. Cada metrópoli recibe su forma del desierto al que se opone; y así ven el inversionista y el bicicletero a puerto Corinto, ciudad de confín entre dos desiertos.

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