El arte para las niñas
En
una ocasión, dado a que a mí me
encantaba viajar por todo el mundo, visité
el hermoso país Coconuco.
La
ciudad era preciosa, me compadecía de los pobres, entonces, los visitaba, les
llevaba comida y ropa. Por primera vez visité el barrio Parlanchín, donde había
una casa muy humilde construida a base de barro y de lodo, su techo era de
tejas, se respiraba un aire muy cálido y fresco.
Afuera
de la casa se encontraba un señor llamado Armando Cabezas, él era muy
reconocido por su gran labor, creatividad, sencillez y experiencia en crear
muñecas parecidas a niñas coconuqueñas.
La elaboración de muñecas
era todo un arte, don Armando era un
gran artesano de muñecas. El trabajo era tan fino y precioso, que en una
ocasión presentó cincuenta muñecas en una kermesse. Todas las muñecas eran
diferentes. A la actividad acudió el licenciado Jorge Almendárez, quien es el
dueño de las muñecas Barbie y dijo: “Es un gran trabajo, esas muñecas valen la
pena”.
Don
Jorge pensó en voz alta: “A pesar de que las muñecas son de aluminio y
porcelana están bellísimas. Yo voy a hacer negocios con este señor”.
Al
terminar la actividad, don Jorge Almendárez negoció con Armando Cabezas, y decidieron
hacer una fábrica de muñecas…, pero de plástico.
Cuando
la empresa fue creada, era muy divertido, porque todas las niñas llegaban a
tomarse fotos para que hicieran un clon de ellas. Las filas eran inmensas, cada
día se elaboraban de 500 a 700 muñecas.
Una
niña llamada Magdiela Trujillos, llegó a la fábrica porque a ella le interesaba
aprender, ella no quería ser clonada. Era una niña que tenía gran facilidad
para aprender.
Entonces,
un lunes de madrugada decidió decirle a don Jorge que si le permitía ser parte
de la empresa, para crear muñecas. Don Jorge no la pensó dos veces y le dijo
que sí, porque él estaba consciente de que las niñas poseen mentes prodigiosas,
bastante arte e imaginación.
Magdiela,
día a día, proponía nuevas ideas para la empresa, las cuales eran
impresionantes y de gran valor. Las actitudes de los dueños no eran muy buenas,
porque ellos eran egoístas, ya que no le enseñaban todas las técnicas y
secretos para la creación de las muñecas. Dado al actuar de ellos, la niña
decidió irse de la empresa.
Es
evidente que las niñas tienen un arte para crear todo tipo de artículos, porque
Magdiela desarrolló una nueva fábrica patrocinada por la empresa “El mundo
maravilloso de Disney”, que la ayudó bastante, y permitió que los demás coconuqueños
aprendieran a elaborar muñecas y así pudieran progresar.
Este
viaje fue el mejor de todos, y me dejó una lección impactante: No debemos
discriminar ni subestimar a nadie. Me emocionó aprender a hacer muñecas,
primero de aluminio y de porcelana, y luego de plástico. Es unahistoria
inolvidable.
El texto que anteriormente leíste me permitió viajar a un nuevo lugar. Conste es ficticio.
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